Recordando las hazañas de otras edades en las que una simple hoja caída de un árbol podía ser un flamante barco que, al posarlo en las rápidas aguas del río, sorteaba todos los obstáculos hasta llegar a a saber qué mar. En las que al soltar un globo relleno de gas, flotaba por el aire y subía y subía cual nave espacial hasta a saber qué planeta. En las que cualquier historia podría hacerse real. Hasta a saber qué realidad. O tal vez no fuera realidad, sino fantasía.
Texto: SuperG.
Foto: SuperG.